viernes, 19 de junio de 2009

Sin despedida


Aquel día pintaba como cualquier otro, avena y fruta para el desayuno, la misma gente a la misma hora por la calle, todas caminando distraídas seguramente con mil cosas en la cabeza, demasiado absortas en si como para romper la rutina y dedicar un buenos días a ese que por mero azar es un conocido de la cotidianeidad y un desconocido por el desinterés. Seguía yo al pie de la letra la dinámica (al pueblo que fueres has lo que vieres) aprendida en silencio. No presentía lo que a continuación me esperaba. Nuestras vidas se cruzaron, sostuviste la mirada, con aquellos ojos verdes me hablaste, en dos segundos supe que estabas solo y que lo necesitabas todo de mí. Con elegante arrogancia te me acercaste, estabas seguro del desenlace de aquel encuentro. Me apoye en mis rodillas y te tome entre mis brazos, sin decir palabra te lleve a casa, en ese momento no me preocupo que dirían los demás sobre tan impulsivo acto, simplemente estaba segura es de que te quería en mi vida. Al estar en casa me percate de que no estaba lista para tu llegada, mas te mostraste indiferente al respecto. De momento no tenia nada mas que ofrecerte que lo que era mío y sin pena ni recatos, de todo te hiciste dueño ¡menuda actitud la tuya! Pasada un poco la sorpresa recordé que aun tenia que acudir a una cita y aunque no quería marcharme, lo hice, ahora admito que con un poco de miedo, pues temía no encontrarte en casa a mi regreso.

Incontables noches pasamos juntos, solos, recostados en mi cama, viendo la lluvia caer, oyendo al viento soplar. Llegue a pensar que serias mi eterno compañero. Pero tu tenía otros planes. Era domingo por la mañana cuando abrí los ojos. Me extraño no verte a mi lado al despertar, pero no me pareció motivo de alarma, ya había pasado antes que te desparecías toda la noche, mas siempre volvías, justo a tiempo para tomar el desayuno. Se hizo de tarde, luego de noche, fue entonces que me preocupe. Salí a la calle, grite tu nombre, pero no acudiste a mi llamado. Me dirigí a la casa de mi vecina, una señora regordeta de cabellos rizados, le pregunte si es que no te había visto, me contesto que no. Repetí la misma pregunta por toda la cuadra, nadie sabía de ti, fue entonces que el pánico me invadió. “Los gatos siempre vuelven” escuche decir por ahí cientos de veces, nunca en mi vida desee con tanto fervor que un dicho popular fuera cierto, mas pasaron semanas, que luego se hicieron meses y no regresaste. Han corrido ya un par de años desde tu partida, nadie ha podido ocupar tu lugar, ninguna mascota podría hacerlo. Y a pesar del tiempo, la ventana sigue abierta por las noches para ti, por si algún día reaparezco en tu memoria y sientes ganas de regresar.

1 comentario:

  1. Por lo menos le tuviste a tu lado, con aquellos ojos verdes, esponjoso, silencioso, suave, hasta que él quiso, hasta que le tiró el ánsia noctámbula y aventurera. Así son los gatos, los quiero a los dos que tengo, a lo mejor, un día, me dejan.
    Comparto tu añoranza, bsito, natalí

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