miércoles, 27 de mayo de 2009

Deshojando Margaritas


-te quiero, no te quiero, te quiero, no te quiero- Decía una y otra vez mientras, uno a uno, desprendía los blancos pétalos de la última flor que en su jardín quedaba.

-se me han terminado- dijo para si –Míralo, mutilado, triste, vacio y yo aun sin saber que es lo que por ti siento, aun estoy que no lo entiendo, doy vueltas en la cama, en la sala, en las calles y nada. Repasemos de nuevo: si, tus ojos me gustan, pero tu sonrisa en definitiva no, contigo la verdad me aburro, pero cuando no estas enloquezco. ¡Hay de mi, que ya en nada mas puedo pensar!, por tu culpa ayer rompí un vaso y también por tu culpa al recoger sus restos me corte… ¿sabes? Me quitas la vida, el tiempo. De día te pienso de noche te sueño, y mírame aquí sola hablándote a ti como tonta, delirando, alucinando. Pero eso que importa si no se que es lo que por ti siento, o ¿es que por ti nada siento?

Dio unos cuantos paso sin dirigirse a ningún lugar en particular y de la nada le surgió algo parecido a una brillante revelación, y exclamando en voz aun mas alta con tono alegre y triunfante continuo con su soliloquio - ¡a, ya se!- exclamo- Te quiero solamente porque tu me quieres, pero, y tu ¿Por qué me quieres?, porque de verdad me quieres ¿no? , no, no, no, entonces no ha de ser por eso que pienso que te quiero y si es que en realidad te quiero, ¿Cómo es que te quiero? ¿Cómo amigo? ¿Cómo amante? O ¿será que nada de eso es? Pues será el sereno porque no se si yo te quiero, o peor aun, no se si quiero quererte, así que mas vale que te valla olvidando… si eso será lo mejor, no pensare mas en ti y asunto arreglado.

Dichas estas palabras se dirigió con paso firme hacia su recamara, ya que tanto pensar la había dejado con un ligero dolor de cabeza, sin embargo a medio camino se le ocurrió que su problema tenia una fácil solución, pues ¿porque no dejar que la suerte, el azar, fueran los que decidieran el destino de sus sentimientos? Tomo una moneda y alegre pensó -si cae águila, si le quiero y si cae sol… pues no. Lanzo la moneda al aire, la vio girar y caer en su palma, la apretó por unos segundos entre sus dedos y al abrirlos descubrió que la moneda había caído en sol… ya estaba, el destino había elegido al fin, pero la duda, que se cuela fácilmente en quien a penas se descuida un poco, la puso a pensar de nuevo, pues ¿que tal si esta vez el azar se había equivocado? –Bueno, bueno- pensó, que sean dos de tres…

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